jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº1564

Deportes | 19 oct 2022

Los Gringos en tierra pehuajense


Su apellido quedó inscripto para siempre en la historia grande del automovilismo argentino, símbolo de esfuerzo y dedicación como base de una reconocida cadena de victorias en la categoría más popular de nuestro país: el turismo de carretera. Cuatro campeonatos consecutivos en el TC eximen de mayores explicaciones, porque esa sola mención, por peso propio, los ubica en lo alto de la consideración. Y he expresado: “los ubica”, así, en plural, porque si bien uno de ellos fue el campeón, su hermano estuvo directamente vinculado a la extensa trayectoria deportiva de ambos, corriendo como acompañante y trabajando como un mecánico más del famoso taller olavarriense. Fueron, son y serán, por siempre: los Emiliozzi, tripulantes de una exitosa coupé Ford conocida como: “La Galera”. Pero fue el TC el que los juntó dentro de un mismo auto, porque hubo un tiempo donde obtenían éxitos por separado y en el que pisaron tierra de nuestro partido. Mucho antes que se convirtieran en los únicos en ser ganadores, en dos oportunidades, de la Vuelta de Pehuajó, tradicional prueba teceísta de la que participaron entre 1958 y 1966, aunque con el paréntesis de 1962 en que, debido al fallecimiento del piloto local Jorge Eduardo Farabollini, no se disputó la competencia. LOS GRINGOS Conocidos como “los Gringos de Olavarría”, no eran gringos ni de Olavarría, porque Torcuato Enrique Pascual y Dante José María, habían nacido en la Capital Federal, en 1912 y 1916 respectivamente. Ambos, contaban con muy corta edad cuando su padre, Don Torcuato, decidió radicarse en Olavarría, luego que una histórica inundación causara tales estragos que motivaron su contratación para la reparación de los motores de la usina de electricidad que abastecía a la ciudad. Allí crecieron los hermanos Emiliozzi. Pasando largas horas en el taller de la calle Necochea, dedicado a la “reparación de automóviles y de toda clase de motores de combustión interna” según rezaba en un aviso publicitario de la época, y agregaba en letras mayúsculas: “SE HACE CUALQUIER PIEZA DE REPUESTO”, frase ésta que ha de resultar fundamental para comenzar a entender el éxito deportivo que vendría con los años. A CORRER El primero en competir fue Torcuato, pero, lejos de los motores todavía, lo hizo en una bicicleta y conoció la victoria cuando aún tenía 12 años. Dante esperó su turno y se inclinó hacia el motociclismo, logrando ser también un ganador, en este caso, al comando de una Harley Davidson. Pero para entonces, ya habían empezado a pensar en grande y el automovilismo deportivo surgía con una atrayente actividad competitiva, aunque faltaba mucho para que llegaran a eso. Aun así, siendo muy jovencitos, armaron un auto de carrera en el taller. Se trató de un viejo Overlan que utilizaban para andar por la ciudad o disfrutar exigiéndolo en terrenos complicados como para ir adquiriendo experiencia en el manejo. EL FÚTBOL Mientras soñaba con un auto para competir, Torcuato estaba dedicado al fútbol y, con 18 años de edad, fue el arquero de la tercera división de Estudiantes de Olavarría que, en 1930, obtuvo el campeonato de su categoría. Cuentan que integró las filas de Quilmes y Ferro Carril Sud de su ciudad, llegando también a dedicarse al básquet, pero sin mayor continuidad ni trascendencia. AUTOMOVILISMO Cuatro años mayor que su hermano, Torcuato fue el primero en meterse de lleno en el automovilismo. Sin embargo, no lo hizo como piloto sino como acompañante de José Valerga, en un Ford A preparado para Fórmula Libre. La carrera se disputó en Lincoln en 1932 y arribaron en el tercer puesto final. Recién para 1936 pudo contar con una máquina para competir como piloto y en su primera participación como tal, se llevó la victoria. Fue en Las Flores, donde unos meses después volvió a ganar. DANTE TAMBIÉN Dante se lanzó al ruedo como volante en 1940, compitiendo en la categoría Ford T Standard, a la que se pasó también Torcuato, dejando la Fuerza Libre donde había competido con un Ford A y la Fuerza Limitada, donde había pilotado un Fiat 519. INTERRUPCIÓN En Ford T corrieron hasta el año 1942 en el que, debido a las consecuencias que traía la Segunda Guerra Mundial, se suspendió toda actividad automovilística en el país. Hasta ese momento, Torcuato sumaba 3 victorias en 9 carreras, mientras que Dante había logrado el triunfo en 8 de las 13 competencias en las que había participado. El apellido Emiliozzi ya era ampliamente conocido en una vasta región del centro de la provincia de Buenos Aires donde se disputaban las atractivas carreras. Ya se hablaba de “los hermanos Emiliozzi”, aunque todavía corrían por separado, circunstancia que no muchos recuerdan. REANUDACIÓN En 1947 se reanudó la actividad automovilística y la primera cita fue en una competencia de Ford T organizada en las inmediaciones de la localidad de Henderson, territorio que por entonces pertenecía al partido de Pehuajó y allí estuvieron los Emiliozzi, pisando -como bien puede decirse– tierra pehuajense por primera vez en el automovilismo de post guerra. TIERRA PEHUAJENSE La carrera se disputó el 9 de noviembre de 1947 en el predio rural de Don Silvano Meaca, distante a unos diez kilómetros de la planta urbana referida y donde se había construido el circuito. Participaron un total de cuarenta máquinas, estableciéndose la realización de dos series, con 20 participantes cada una. Habían transcurrido cinco años desde su última participación en las competencias para Ford T, y esa importante inactividad había afectado, de diferentes maneras, a todos los pilotos. Por eso era el momento de demostrar si el talento conductivo, la capacidad de trabajo y la creatividad de taller que había sostenido sus victorias en la primera etapa, permanecían intactas. LAS SERIES Dante, con el número 1 pintado sobre su Ford T, ganó con indiscutible autoridad una de las series, mientras que Torcuato, con el número 2 se impuso en la otra. Con el objetivo de determinar el resto de los participantes en la prueba final se llevó a cabo un repechaje que fue ganado por el bolivarense Antolín. UNO-DOS FINAL Todo quedó dispuesto para la realización de la gran final, prueba definitoria que fue pactada a 50 vueltas sobre el mencionado circuito. Los Emiliozzi, ganadores de las series, largaron en primera fila, pero fue Dante quién asumió la vanguardia y no la abandonó hasta que la bandera a cuadros certificó su victoria, con un promedio de 77,000 km./h. Torcuato fue segundo y Saúl Galardo, también representante de Olavarría, arribó tercero completando el podio. El piloto local Francisco Cantisani cumplió una buena actuación, alcanzando el cuarto puesto final. Las posiciones finales volvieron a ratificar el exitoso presente de los Emiliozzi a pesar de cinco años sin actividad automovilística y, nuevamente, como el Olavarría en 1941, volvían a quedarse en los dos escalones más altos del podio. ESCONFIANZA Sin embargo, aquella victoria en Henderson, no otorgó un inmediato reconocimiento de las autoridades organizadoras, sino más bien un marcado sentimiento de desconfianza que obligó a demorar la entrega de premios hasta tanto no se efectuara una minuciosa revisación de las máquinas vencedoras. Lo hicieron y de tal manera que –según recordaría Torcuato alguna vez – era más fácil traer los Ford T en cajones que armarlos nuevamente. Pero la verdad es que no encontraron nada ilegal o fuera de reglamento y a la una de la mañana los declararon vencedores, siéndoles entregados los premios tan bien ganados. ILUSTRE RIVAL En ese tiempo parecía no haber prueba que no los viera ganar, pero al año siguiente, apareció una máquina que les hizo frente y los superó. Se trató de la Blanquita de Daireaux que, pilotada por Ovidio Ferreiro, se impuso en diez carreras consecutivas, varias de ellas con Dante como segundo. Pero los Emiliozzi no fueron testigos de todos aquellos éxitos del deroense y, tras meter el uno-dos en la competencia realizada en Espigas, carrera de la que Ferreiro no participó, decidieron retirarse de la categoría y sus pasos se encaminaron definitivamente hacia el Turismo de Carretera. HISTORIA CONOCIDA Lo demás es historia conocida. Cuatro campeonatos de TC y dos veces ganadores en Pehuajó, con Dante como piloto y Torcuato como acompañante, pero siempre identificados como “los Emiliozzi”, aunque uno solo era el conductor. Dante y Torcuato Emiliozzi, dos pilotos que alguna vez corrieron por separado y levantaron polvareda de suelo pehuajense. Dos figuras, sobre las que el reconocido escritor y periodista olavarriense, Walter Minor, dedicó el libro: “Sin Galera. Los hermanos Emiliozzi antes del TC”. Una obra completa y muy bien documentada sobre una época victoriosa a la que los posteriores éxitos en el turismo de carretera parecieron relegar al olvido. Roberto F. Rodríguez.
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