Las mujeres y los Juegos Olímpicos han tenido durante mucho tiempo destinos contradictorios e incluso hostiles. Excluidas de facto del movimiento olímpico durante su renacimiento moderno a finales del siglo XIX, las deportistas tardaron décadas en adquirir, poco a poco, el lugar que les correspondía en el deporte en general y, más particularmente, en el movimiento olímpico. Un viaje bordeado durante mucho tiempo por prejuicios y prohibiciones pero, afortunadamente, plagado de grandes novedades memorables.

Desde dirigentes pioneras, como Alice Milliat, creadora de los Juegos Mundiales femeninos de 1922, hasta grandes atletas francesas y extranjeras como Christine Caron, Marie-José Pérec, Laure Manaudou o, más recientemente, Clarisse Agbegnenou o Simone Biles, han logrado, a través de su voz o sus actuaciones para darse el lugar que merecen en la gran leyenda del deporte mundial. Las historias individuales constituyen a veces una victoria que va mucho más allá de un podio o una medalla.