viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº1558

Deportes | 5 abr 2023

Personaje casi fantástico, pero real


Como surgido de un cuento fantástico, apareció en el universo del fútbol pehuajense vestido de humildad y calzando alpargatas. Lejos estaban todos de imaginar que ese muchacho tímido y asombrado, era un crack en ciernes. Pero un crack de los grandes. De los más grandes que, por esas cosas de la vida había, había recalado en Atlético KDT. CICCHINI Salvador Pedro Cicchini, dado que de él se trata, nació en Juan José Paso, partido de Pehuajó, el 27 de abril de 1938, y llegó al fútbol pehuajense cuando lo vieron en el pedregal ferroviario de la estación Capitán Castro, a unos cuarenta kilómetros de nuestra ciudad. Por eso decimos con orgullo que se trataba de un hijo de nuestra patria chica. Era un pibe, que aún con alpargatas, se las ingeniaba para pegarle a las piedras y clavarlas donde se le antojaba. Porque casi no tenía contacto con la redonda de cuero. Es que tampoco había muchas en aquella localidad, pese a que por esos años de la incipiente década del ‘50, ya existía el Club Andrónico Castro como representante local. Eran tiempos donde el fútbol aparecía como modificador del paisaje, dado que, al tratarse de una estación de maniobras, perteneciente al ferrocarril Rosario – Puerto Belgrano que unía el puerto fluvial santafesino con el marítimo del sur bonaerense, siempre aparecían por allí muchachos bahienses o rosarinos que sabían jugar y solía vérselos entremezclados en algún picadito de ocasión sobre el rústico suelo. Y a veces, el pibe, se prendía. ALBIRROJO Tendría unos trece años, cuando lo vieron patear. Era todo un espectáculo que no escapó al ojo avezado de un dirigente del Club Atlético KDT de Pehuajó. De allí que, en compañía de otros integrantes de la entidad, viajaron a buscarlo y para el campeonato oficial de la Liga Pehuajense del año 1954, ya era jugador de la primera albirroja con apenas 16 años. Sin haberse calzado botines hasta entonces y aún con las deshilachadas alpargatas, lo vieron hacer cosas realmente notables con el pesado esférico de cuero y tiento. Le pegaba con potencia y precisión con ambos perfiles, iba bien arriba, cabeceaba con seguridad, pero su físico aún no estaba preparado para resistir las férreas marcas de entonces. DE SELECCIÓN No pasó mucho tiempo en que su evolución marcó el salto definitivo y a los 18 años era titular en la selección mayor pehuajense. Su convocatoria pareció darse en el momento justo, cuando florecían otros dos jóvenes valores de elevada categoría y enorme proyección: Guido Vitángeli y Jorge Polverini. Con ellos formó un inolvidable terceto central de ataque que se lució mostrando un fútbol ofensivo, de gran coordinación y máximo entendimiento. Sin embargo, fueron muy pocos los partidos que jugaron juntos. Vitángeli y Polverini eran número puesto en dicha selección, pero el otro ladero del centro del ataque no estaba definido. Pedro Bernoldi y “Perico” Quinteros, dos grandes figuras locales fueron titulares en los primeros amistosos de 1956, previos a la participación pehuajense en el campeonato argentino. Pero bastaron apenas unos minutos, los que Cicchini estuvo en cancha cuando reemplazó a Bernoldi en un encuentro frente a 9 de Julio, para que el delantero de KDT fuera decididamente tenido en cuenta. Y fue en el amistoso que el seleccionado albiceleste jugo frente a la tercera división de Boca Juniors, donde el terceto mencionado tuvo su verdadero bautismo de fuego, jugando a gran altura ante un rival con valores próximos a debutar en la primera xeneize como Antonio Ubaldo Rattín. TERCETO IDEAL El terceto quedó firme para ser titular en el campeonato argentino y la decisión no pudo ser más acertada. Aún siendo muy jóvenes, Vitángeli, Polverini y Cicchini fueron figuras en todos los encuentros. Victoria 4 a 2 frente a Carlos Casares (Cicchini convirtió un golazo inolvidable), triunfo 4 a 3 sobre Bragado y derrota, injusta y polémica, por 2 a 1 ante Tres Lomas que significó la eliminación pehuajense del torneo. Para entonces, Cicchini ya no residía en Pehuajó sino en Punta Alta, y viajaba para poder jugar. No obstante, resulta curioso que, aunque solo haya jugado 5 partidos en el seleccionado albiceleste junto a sus compañeros del centro del ataque, haya quedado tan firme en la memoria de los lugareños. SPORTING Por contactos en esta zona, River Plate y San Lorenzo de Almagro se habían mostrado interesados en el joven pasense, pero no acudió a los llamados, y fue por intermedio de su tío Salvador Santiago, que terminó luciendo la casaca rojinegra del Sporting de Punta Alta, donde escribiría páginas gloriosas para el deporte del sur bonaerense. LIGA DEL SUR Durante su permanencia en esa liga, defendió la casaca rojinegra por 18 temporadas consecutivas. Disputó un total de 315 partidos, ganó 3 títulos de Liga y marcó 210 goles. CAMPEÓN ARGENTINO Integró la selección sureña y marcó cerca de 40 goles en menos de 60 partidos. En 1961 y en Bahía Blanca, se coronó campeón argentino con dicho seleccionado al imponerse en el cuadrangular final frente a Comodoro Rivadavia, Mendoza (donde jugaba el gran ídolo cuyano Víctor Legrotaglie), y Santiago del Estero, equipo éste que contaba con una gran promesa para el fútbol argentino: “el Chango” Cárdenas. SUBCAMPEONATO En el siguiente campeonato argentino, en 1963, la Liga del Sur volvió a entrar en el cuadrangular final. San Juan, Tucumán y Paraná fueron sus rivales. Todo parecía alineado para que los bahienses retuvieran el título de campeón, de hecho, llegaron primeros a la última fecha con un punto de ventaja sobre los tucumanos que estaban segundos, pero eran sus próximos rivales. El empate entre San Juan y Paraná dejó a la Liga del Sur a las puertas del título porque un empate los coronaba campeones. No pudo ser. Tucumán se impuso por 1 a 0 y derrumbó la estrategia de contención bahiense, llevándose el título. INTERNACIONAL La fama de la selección bahiense era tal que la invitaron a un sudamericano en Uruguay, donde el equipo terminó en el segundo lugar, debiéndose conformar con el subcampeonato, aunque también fue muy celebrado. FIGURA PRETENDIDA Con 26 años de edad, Salvador era la gran figura del fútbol bahiense, habiendo llevado a Sporting a ganar los títulos de Liga de 1963 y 1964, y convirtiéndose en un ídolo eterno para sus hinchas. Sus actuaciones llamaban la atención y varias instituciones grandes, como Boca Juniors y Racing Club, pretendieron llevarlo en distintos momentos, pero nunca quiso irse. No se imaginaba lejos de sus afectos, y de la idiosincrasia pueblerina que respiraba a diario. Y siguió en Sporting, donde volvió a gritar campeón en 1974. OTRAS CASACAS Mientras era hombre de Sporting, actuó como refuerzo en otros equipos, como Rosario Puerto Belgrano, en ediciones del Torneo Regional, y también del Promocional de primera donde jugó para Olimpo. Próximo a cumplir los cuarenta años de edad, mudó sus goles a la Liga de las Sierras, incorporándose a San Martín de Saavedra. Llegaba precedido de los máximos pergaminos y con potencia todavía como para inflar las redes de los arcos rivales. Por eso todo Saavedra se conmocionó con la noticia y se hicieron largas las horas esperando su llegada. Porque venía una gran figura forjada a fuerza de los goles explosivos y sorprendentes, un hombre que sedujo a las tribunas con la efectividad de su juego, la pólvora de sus disparos y la afinada puntería en la definición. Pero que aún en el pináculo de la fama que trasciende fronteras, mantuvo un increíble perfil bajo, con el silencio como permanente aliado. Por eso quienes esperaban ver llegar un crack, de esos que imponen su presencia antes de jugar y marcan distancias con el resto, se sorprendieron al ver a un hombre sencillo, callado, de espíritu netamente pueblerino, deseoso de compartir un asado y alguna partida de naipes con amigos, y propenso evitar los medios de prensa, por simple timidez, nada más. En los dos años que estuvo allí, es decir 1976 y 1977, jugó 18 partidos y marcó 18 goles. Naturalmente, San Martín fue campeón en ambas temporadas. También integró el seleccionado de la Liga de las Sierras y jugó para ella en el campeonato argentino de 1977. TRÁGICO FINAL Sin embargo, la vida dispuso que no habría un mañana. Lo que jamás habían podido grandes marcadores, lo consiguió una cruel enfermedad que fue agotando su salud hasta que en el invierno de 1979 sus ojos se cerraron para siempre. Tenía apenas 41 años. Quedó el recuerdo del crack que no ponía reparos en integrar la selección de Liga o el equipo de Luz y Fuerza con sus compañeros de trabajo. Y día a día se fue construyendo la figura de hombre bueno, del tío entrañable, del amigo de fierro, de soltero codiciado, aún con una novia que quedó esperando una fecha que nunca llegó. Todo eso fue Salvador. EL GOLEADOR Quizá quien haya conocido a Salvador y también, alguna vez, haya leído el cuento: “Relato de un utilero”, del Negro Fontanarrosa, pudo haber imaginado que el célebre protagonista de esa narración, Dardo Garrido, quien en realidad es una especie de semi-diós griego condenado a levantar templos de esperanza a fuerza goles impresionantes, está inspirado en nuestro héroe lugareño. Porque ese Dardo Garrido de la ficción, goleador explosivo, dotado de un remate violento y preciso y de un cabezazo de exactitud milimétrica, enarbola las mejores condiciones futbolísticas de aquel, con la diferencia que Salvador Pedro Cicchini, fue real y fue pehuajense. Roberto F. Rodríguez.    
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