Como todo se trata de jugar, seguiremos haciéndolo con las canciones “en nuestra cabeza”. Recordemos que la idea principal es hacer “sonar” músicas en nuestro interior, aprovechando aquellas canciones que nos hayan atrapado en algún momento de nuestra vida y que intuimos saberlas de memoria sin necesidad de hacerlas sonar realmente. Como toda práctica, el tiempo nos irá diciendo acerca de los progresos y los resultados, así que estará en cada uno ver cuánto va logrando con el correr de los días. Para eso, es conveniente usar siempre la misma canción antes que nos aventuremos a un nuevo ejercicio bastante más creativo y original. Pero no es momento para eso aún. Sí podemos ir haciendo cambios sutiles a esa canción, como quedó dicho sobre el final de la nota anterior, intentando “sonarla” con nuestra propia voz, ponerle la voz de otro cantante que no sea el original, y hasta reemplazar esa voz por un sonido de flauta, de guitarra, o del instrumento que les sea más afín, como para ir experimentando que no solo se trata de memoria sino de acción propia interna también. Animándonos a más, y siempre con esta idea de ser los conductores de la decisión musical, podremos también imaginar esa música más lenta o más rápida que la versión que tomamos de base. Quien esté acostumbrado a hacer segundas voces a las canciones – hay muchos aficionados al canto que hacen esto con facilidad – también pueden intentarlo con esta versión íntima y particularísima de la canción sonando en nuestro interior. Es decir, tenemos también la oportunidad de investigar en el proceso creativo a pesar de que estamos trabajando con una canción ya “hecha”. ¿Y si fuera que así nos acercamos a la manera de acceder a esa música que tuvo el compositor original? ¿Y si esa música sonó en su cabeza antes, como viniendo quién sabe de dónde y él, conscientemente o no, – no importa y no lo sabemos- simplemente se dejó atraer y llevar por eso que le “sonaba” en la cabeza y pudo manifestarlo en la canción que hoy conocemos? ¿Y qué diferencia hay entre esto y aquellos músicos que componen sus canciones con la ayuda del instrumento que rápidamente trae sonidos pero no evita que haya un “algo” previo escondido en algún rincón de la mente a la espera de ser encontrado? ¿Será en la mente que está todo esto o ésta funciona como receptora de esa o esas Músicas que andan dando vueltas por el éter a la espera que algún talento receptor las sintonice? ¿Cuántas veces hemos experimentado tener una idea innovadora para nuestra vida, o para lo que necesitamos resolver en una situación, y ésta aparece de la nada, como si viniera de otra parte? Sí, sí… Por supuesto. También está la cuestión más práctica de ponernos a pensar sesudamente para tal solución y claramente atribuir esa idea al momento práctico de ponerse a urdir respuestas, o bien a la inteligencia, los conocimientos técnicos y etc, etc. También la Música puede componerse así y muchas veces se llegan a hermosos resultados. Pero la propuesta de práctica de hoy apunta a otro lado: a encontrar, a intuir, a llevarse la sorpresa que, quizás, todos podemos componer nuestras propias músicas si nos dejamos llevar por su simple energía vibracional, sin la mente de por medio, y sin tener ningún tipo de conocimiento musical teórico previo. Muestra de esto, eso sí, con algo de ayuda de la experiencia propia, son la cantidad de canciones, muchas de ellas de gran calidad musical, compuestas por músicos intuitivos, orejeros, o sin formación académica alguna más que la del oficio. En la próxima entrega, daremos algunas pautas para invitar a la Música a que nos habite por un rato y nos haga sonar cosas originales en nuestro interior. Mientras tanto, aconsejo seguir practicando todo este juego propuesto en esta nota y las anteriores, y así ir calibrando el aparato receptor de Música para el encuentro que viene. Ampliaremos. Gustavo Joaquín Hernández