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Somos Música

SOMOS MÚSICA 7: LA MÚSICA SIN MANIFESTACIÓN

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El problema con la Música es su manifestación.

Ella, por sí sola, ya vive en su mundo, inaccesible para muchos, muy cerca de lo que ella es: pura energía amorosa.

Como toda energía misteriosa no es visible, no la podemos asir, no podemos más que esperar a que un elemento material la traiga a nuestra dimensión.

Y ese elemento es el sonido. El sonar.

No hace falta ser un gran compositor ni un gran músico para tratar de sentir una Música, incluso completa con más detalles de acuerdo a la concentración que uno pueda tener, sin hacerla sonar.

¿Cuántas veces podemos recordar una canción sin siquiera cantarla?

Ejercitando, esto puede llevarnos a lugares más increíbles, desde el hecho de recordar a la perfección una versión ya escuchada de una música muy conocida al hecho un poco más escondido de “encontrar” una música que nunca hayamos escuchado.

Un compositor hace eso, en esas composiciones que vienen como si nada, desde la música misma. No es este el momento de hablar de aquellas que vienen desde el trabajo con lo material ya adquirido. Hablamos de esas Músicas que vienen ya hechas, hasta con sus timbres, sus instrumentos, listas para tocar si desde el cerebro se pudiera imprimir partituras sin trámite previo.

Pero no.

El camino a recorrer por la Música para ser sonada es más largo. Ella, en su ser sólo Música, sólo energía amorosa, no necesita sonar.

Es un problema nuestro el hacer realidad material aquello que, en nuestro sentir íntimo y personal podría quedar simplemente sonando en nuestras cabezas, casi con la misma carga emotiva que cuando esa Música se materializa.

Entonces, hacer Música, se trata de manifestarla en nuestro plano terrenal.

Funcionar de catalizadores de esa energía misteriosa de la mejor manera posible.

Antes de hablar de ello, terminemos de entender ese último asunto.

La Música es una energía poderosísima, tanto como el Amor, muy cerca de ser una sola con él.

En ese plano energético superior, donde no necesita sonar, hay niveles.

El más alto, es inimaginable pero seguramente muy cercano ya a ser uno solo con ese amor de donde proviene.

El más bajo, es cuando casi, casi, empieza a sonar, a materializarse en nuestro plano.

Ese lugar donde accedemos cuando imaginamos Músicas. Nuevas, o viejas.

Luego de eso, ya deja de ser energía pura y empieza a ser catalizada por las antenas materiales, donde también, hay niveles.

Para entender esto, si es que quiere entenderse, imaginemos cuál es el nivel más elevado de una Música en el plano material.

No vamos a hacer distinción en estilo o género alguno.

Supongamos la situación ideal, desde todo punto de vista, de la realización de un concierto.

Intérpretes de primer nivel, dirección sublime, escenario inmejorable y, fundamentalmente, una situación amorosa de conexión entre todos los integrantes, incluyendo, por supuesto, al público.

No quiero poner ejemplos excluyentes, pero una buena imagen de esto podría ser un gran concierto por la Paz del mundo, o, ya que estamos imaginando, festejando que ella se ha conseguido, con la Filarmónica de Berlín, Barenboim dirigiendo, los mejores cantantes, haciendo la Novena de Beethoven, en alguno de los mejores teatros del planeta, en cuanto a su acústica.

Esa versión, esa manifestación bien material y terrenal de la Música, estaría en lo más elevado en este plano, pero haciéndole cosquillas, casi, casi, entrando, al nivel más bajo del estado energético puro de la Música, el sin manifestar, el explicado en la primera parte.

De ahí para abajo, tenemos infinidad de maneras de manifestar esa misma Música, con consecuentes diferencias de nivel.

Pero eso es tema de un próximo escrito.

Ampliaremos.

Gustavo Joaquín Hernández

 

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Somos Música

SOMOS MÚSICA 17: AMOR Y ALIMENTO

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Consideremos la lactancia como primer medio natural de alimentación, y que ese simple acto de alimentar desde lo propio, es uno de los primeros actos de amor que recibe la cría, sea de la especie que sea. Rápidamente, aclaramos, que ese acto de amor puede ser el mismo, o mayor, si esa alimentación está dada por otros medios no naturales, ya sea por decisión o por impedimento, ya que ese acto de saciar la necesidad del fruto es también natural.
Entendido el punto, y a medida que pasa el tiempo, esa primera alimentación natural, es reemplazada luego por las papillas preparadas con el mismo amor, las comidas preferidas luego y así, de a poco -y sin que sea ninguna crítica todo esto- por necesidades de tiempos, trabajos, escuelas, obligaciones-, muchas de esas comidas ya no tienen ese tiempo amoroso de preparación y es, también natural, que se hagan a las apuradas para cumplir con el trámite de alimentarse.
La vida va pasando, y de joven o adulto, es inevitable que a cada quien le toque tener que hacerse cargo de su propia alimentación, multiplicando los problemas de tiempo que mencionáramos antes, ya que se está en pleno vértigo de la vida aprovechando todos los momentos, y es muy posible que nos alimentemos con lo primero que contamos, o recurramos a lugares de comidas hechas, rápidas y sin mucho cuestionamiento sobre calidad alimenticia o preparaciones. Y sí, también hay lugar para dedicarse a cocinar para uno, o quien se haga cargo en la familia de eso, y se renueva la oportunidad del amor puesto en ese acto, más allá de las dificultades.

Y, claro está, no es para nada descabellado pensar en una reunión familiar, semanal o no, donde la madre sigue cocinando, para esos hijos que ahora vienen de visita, en busca del mismo alimento del comienzo: el amoroso.
Y también, por supuesto, con el paso del tiempo, esa madre se vuelve abuela y ahí regresa, más allá de que las cosas también están cambiando en este punto, el tiempo más generoso, la mayor disposición y el rito amoroso de alimentación con los nietos.
Mientras tanto, la vida, nos lleva a alejarnos cada vez más y más de esos momentos rituales, los del comienzo, y estamos en pleno auge de una alimentación cada vez más descuidada, desamorada y mecánica, sumisa a los dictados de la industria, que se aprovecha de los tiempos escasos, y con cantidad de intereses creados que van muy lejos de la alimentación en sí misma.
Ese Amor que generaba la acción de alimentar, termina diluyéndose o desapareciendo.
La Música, esa pura energía poderosa que nutre almas desde su aparición, respondió desde sus comienzos a esa naturaleza que el propio sonido tiene y respetó su constitución natural para su evolución a lo largo de los siglos. Con ese Amor, con esa energía natural, con esa dedicación por el sonar mismo que hubo desde el principio, la Música fue creciendo vigorosamente tanto en materia como en espíritu.
La evolución tanto en música vocal como instrumental, y por supuesto la popular desde la danza, se mantuvo gracias a la pasión y dedicación que cada compositor al traerla y cada músico al interpretarla puso, con seguridad, por muchos cientos de años.
Cada música fue alimentada con esa pasión como fruto del trabajo propio y brindándola con igual sentimiento a quien escuchaba.
Pero algo cambió, si bien con condimentos similares a lo largo de la Historia, porque no todo fue color de rosas siempre, en esa manera de buscar cómo llegar o qué hacer con esa Música que empezaba a mostrar ciertos cánones de éxito y difusión según se siguieran tales o cuales pautas.
El Amor original, la pasión original, dejó de estar como materia prima de muchas de las músicas que empezaron a gestarse con un solo objetivo en vista: el comercial.
Dicho sea también que, muchas de las músicas genuinamente hechas desde esa energía pura, también transitaron ese terreno material sin contaminarse.
Pero claramente, a la luz de las últimas décadas, ese germen energético inicial ya no es lo que primero se ve -si es que lo hubiera- ya no está presente como único motivo de ser de quien se dedica a esos géneros, a esas maneras, a esa situación. Es más, ya no son los músicos los que proponen ese cambio, o esa línea a seguir, si no que es la industria misma la que rige las normas.
Y es así como ese alimento del alma, al igual que el del cuerpo físico, dejó de tener como base el ingrediente más importante: el Amor.

La mala alimentación a la que nos vamos acostumbrando y que consta de procesos químicos que nos convencen de ser buenos, nos puede llevar a enfermedades. Es más visible su posible efecto.

La Música que está fabricada con mismos elementos artificiales para hacernos parecer que lo contiene todo nos puede llevar a algo más sutil, pero algo más grave, la desnutrición amorosa.

Quizás, viendo un poco más qué comemos, cómo lo hacemos, con quién lo compartimos, podremos volver a alimentarnos con Amor.
Quizás, viendo qué escuchamos, cómo lo hacemos, con quién lo compartimos, la Música, podrá alimentarnos puramente otra vez, sí, con Amor.
Con esa Música, aquella que a nosotros como individuos nos recuerda la unión en la totalidad.

Ampliaremos.

Gustavo Joaquín Hernández

Para contactarse con el autor: gustavojhernandez@gmail.com

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Somos Música

SOMOS MÚSICA 16: DISTINTOS

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Cada persona en la Tierra es única, distinta, aun viviendo situaciones idénticas de contexto social, geográfico, histórico y lo que pueda imaginarse al respecto. Aún el aspecto físico parecido o idéntico, si habláramos de gemelos, tiene la marca única y original de las huellas digitales. Ahondando en ese último ejemplo, hasta lo invisible -el carácter- es diferente en cada uno de los integrantes de ese par. Y no podemos, salvo que nos cuenten con claridad, saber qué es lo que piensan o sienten o sufren o disfrutan ante una misma situación, qué emociones los unen o separan, conformando así una individualidad menos clara que las demás personas, pero individualidad al fin.
Pero mejor pasemos a la Música, centro de estas notas.
Las más grandes obras de la Historia de la Música comparten como característica común esa individualidad indiscutible que venimos diciendo, esa cosa única, irrepetible y nunca hecha antes. Ocurre lo mismo, incluso, en la propia obra de un mismo compositor, también ocurre en obras del mismo período histórico entre compositores distintos, aunque las características de tal período parecieran ser las mismas para el oído neófito, y con el correr de los siglos, se da cada vez más claramente cómo un mismo compositor no solo se diferencia de sí mismo en cada obra, sino que, además, transita distintos estilos a lo largo de su vida.
La música popular no es ajena a este fenómeno. Los temas más presentes desde que esta música convive con la difusión masiva de los mismos son uno por uno muy diferentes e individuales, más allá del texto que, claramente, suele hacer la mayor diferencia.
Es la propia música, el propio estilo, la firma de cada autor o grupo, lo que hace diferencias claras en esos temas que conforman el repertorio de todos los tipos de música popular imaginables: desde nuestro Folklore, hasta el Tango, pasando por el Bolero, la Bossa Nova, la Canción Francesa y, por supuesto, el Rock y el Pop que, claramente, no son la única música popular existente. Quedan en el tintero, muchas más.
Observando el panorama de la música popular de los últimos tiempos, hasta un no muy entrenado oído musical puede apreciar la similitud tanto de melodías como de ritmos, y también letras, en la mayoría de los temas que suelen circular por esos medios de difusión.
Cantantes que cantan igual a otros, letras que dicen lo mismo, cada vez más banalmente, músicas estáticas, cuando son bien entonadas, desaparición de la melodía reemplazándola por un simple recitar monótonamente rítmico…
Las músicas parecieran haber decidido unirse en masa para seguir un solo y único camino.
Bien, podemos pensar que la Música, con mayúscula, como Ente abarcador de todas las músicas que eligen manifestarse en este plano terrenal, desde ese estado Único de totalidad, envía sus representaciones, en forma de todas las músicas ya conocidas,  a experimentar todas las variables posibles de consumación para lograr establecer una forma casi mágica de transmisión de energías múltiples al ser escuchada: eso es lo que veíamos hasta esta implantación de solamente Masa energética, dejando de lado la fluidez de los otros elementos.
Esa magnífica idea de exploración, experimentación y hallazgo de todas las posibilidades que la Música emanaba en cada una de las que iba sonando aquí en la Tierra, a través de los distintos períodos históricos y cantidad de compositores, hoy se ve estancada en una sola dirección donde no hay ya casi posibilidades de esa individualidad descripta tan demostrativa de la variedad de la Creación. La Masa unificadora de la proyección en Tierra de aquello que la Música como infinitas posibilidades tiene, ha cambiado todo por completo.

Volviendo al principio…
Esa individualidad marcada en el Ser Humano: ¿sigue siendo tal?
¿No estaremos camino a uniformarnos desde hace tiempo, quizás el mismo en el que distintas maneras de difusión masiva lo permitieron, en seguir las mismas líneas de pensamiento, incluyendo líneas opuestas, pero igualmente proporcionadas por un tercero?
¿Estamos desarrollando nuestra creatividad al ciento por ciento o seguimos también en ese terreno a la Masa?

Quizás tengamos que regresar, al igual que la Música, a pensarnos provenientes de esa fuente original, unida, sí, pero que permitió expandirnos con una individualidad envidiable durante siglos y no replicar una constante copia del otro, de los otros, y menos aún, de algo que alguna aparente individualidad, dicta sus preceptos a las Masas.

La Música, como ya hemos dicho, es una perfecta combinación de cantidad innumerable de elementos individuales, conformando un Todo apreciable como Único. Que esos elementos empiecen a dejar de ser individuales, afecta a esa totalidad.
¿Nos estará pasando lo mismo como Humanidad?

Ampliaremos.

 

Gustavo Joaquín Hernández

Para contactarse con el autor: gustavojhernandez@gmail.com

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Somos Música

SOMOS MÚSICA 15: CONEXIONES

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La palabra “conexión” puede llevarnos a distintas interpretaciones. Podemos conectar con alguien, en una idea, en una decisión, en concretar algo de manera organizada pero también podemos hacerlo intuitivamente, como cuando decimos la misma frase al mismo tiempo que el otro, o pensamos en alguien y al instante recibimos un mensaje de ese fulano que apareció, también sorpresivamente, en nuestra mente.
Hay conexiones más toscas, más fáciles de apreciar y de ver como lo es la sencilla acción de enchufar algún aparato electrónico, conectándolo, y así cerrar su circuito para que funcione.
Esta última conexión, si bien es visible y física, oculta también una parte invisible que es, en realidad, lo más importante de ese objetivo de conexión: la circulación de energía, la energía misma.

Esa energía, en la Música, es igual de invisible a través de las vibraciones -que todos tenemos, que todos somos- a un nivel elevadísimo de velocidad y organización y que nos llega a nuestro físico, de manera algo devaluada, a través de nuestro sistema auditivo.
En la Música, esa energía que no puede verse, puede tener explicación asequible con algunos de los sistemas teóricos en vigencia, o con la medición electrónica de algunos equipos que logran “visualizar”, de alguna manera, ese fenómeno sonoro.

Si recordamos nuestros ejercicios rítmicos (ver SOMOS MÚSICA 9), aquellos que hacíamos marchando en DOS pasos, podremos poco a poco apreciar, en distintas músicas, como muchos elementos que la integran coinciden con esos pasos, literalmente, y otros que no, pero sí lo hacen en el conjunto, mostrando  la conexión total que hay en ese momento.

Podemos entender también cómo en cualquier actividad manual hay una conexión entre el movimiento y la acción a emprender -que suele hacerse, muchas veces, de manera inconsciente- y el hecho de estar, además, concentrados en ese aquí y ahora de la tarea en cuestión. Ahí es donde la energía más física se mezcla con esa otra más misteriosa: la Concentración en sí misma.
Como ya hemos visto, podemos elevar ese estado de concentración al intentar hacer los pasos en TRES tiempos y, por supuesto, encontrar músicas que coincidan con ese andar.

Y aquí tenemos dos maneras de intentar apreciar la conexión de la música con la parte más física y visible. Una, la más apreciable, es la Danza, donde nuestros pies seguirán, seguramente, lo que la Música en su andar rítmico muestra y comunica, conectando directamente al cuerpo físico, esos pies, su esencia danzable.

La otra, está más oculta e históricamente es la manera en la que ha llegado primero a nuestro conocimiento a través de las primeras formas de escribirla: el Canto Gregoriano.
Sin ahondar, en absoluto, sobre sus características, lo que sí podemos asegurar es que en su escritura solo estaban registrados los movimientos melódicos, los sonidos, pero no el ritmo con que debían cantarse, más allá de algunos pequeños indicios.
¿Y dónde estaba entonces la conexión de esa música con algo un poco más físico y visible?
En la palabra. Esa música se cantaba, si bien con algunas sutiles diferencias, con el ritmo natural de pronunciar y decir el texto que era musicalizado.
Ahí, la energía poderosa de la palabra proporcionaba un canal más visible, la propia pronunciación adecuada, para que esos sonidos -vibraciones misteriosas- pudieran tener una conexión real con el quehacer musical.
Claro está que sigue habiendo una energía escondida, la misma que hoy en día en las canciones suele seguir habitando lugares ocultos, o al menos, no visibles al instante: el Mensaje que esas palabras querían transmitir y que, cantando -como algún Santo dijo alguna vez- duplicaba su razón de ser.

Es entonces que, si con la Música podemos encontrar explicaciones cada vez más claras de cómo funciona aquella energía misteriosa… ¿no será que podemos encontrar también en nuestros ejemplos de “conexión” humana, algo misteriosos, que citamos al principio una explicación y un origen claro?

Será cuestión de escucharse mejor, a ver cómo sonamos, como suena esa energía y, sobre todo, qué mensaje nos trae.

Ampliaremos.

Gustavo Joaquín Hernández

Para contactarse con el autor: gustavojhernandez@gmail.com

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