jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº1564

Sociedad | 20 feb 2022

SOMOS MÚSICA 8: SOMOS MOVIMIENTO


No es un gran descubrimiento decir que todo está en movimiento. Aún la más pesada y reposada de las estructuras que uno pudiera imaginar, desde un enorme edificio hasta una montaña en el medio del Himalaya, está en constante movimiento. Por supuesto no es la apariencia lo que nos da el indicio de quietud o de movimiento. Es el interior, son las vibraciones de cada una de esas estructuras que uno puede considerar reposadas y quietas, conformadas por millones de átomos, las que están moviéndose permanentemente. Aún con una mirada escéptica de este movimiento constante - y en el caso de aceptar una quietud absoluta en esos ejemplos citados- tanto la montaña como el edificio no pueden evitar habitar un planeta que está, ahí sí, en constante movimiento. Entendiendo cómo estás estructuras enormes están constituidas por ingredientes menores qué están moviéndose y entendiendo también que somos un movimiento constante en cada una de nuestras células, la búsqueda del movimiento perfecto quizás esté por fuera de nosotros. Y, una vez más, es la Música las que nos muestra ambas cosas: el movimiento perfecto y el que se adapta a nuestra condición. Recordemos entonces: todo se mueve, todo es movimiento. De eso se trata la música, el Universo, la vida, todo. Todo. Además, la Música se dedica a trabajar con un material precioso: el sonido, que es de por sí un ejemplo claro del movimiento en una de sus más altas expresiones. Es que funciona así, de manera invisible. Si tratamos de tomar un sonido natural, como ser el del canto, el de la voz humana, el solo hecho de hacerlo sonar nos obliga a mover el aire a frecuencias altísimas y parejas. De eso se trata lo complejo de la música: utilizar movimientos rapidísimos, imperceptibles a la vista y de forma constante. Un solo sonido, de altura media, natural, necesita de sostener en el tiempo que quiera ser sonado una frecuencia altísima, digamos unos 4OO movimientos por segundo, de manera constante, sin interrupciones ni pausas, ni variación. (Imaginen cuantas veces por segundo pueden mover la mano saludando, y van a tener una dimensión clara de la rapidez y de la imposibilidad de observar aquel movimiento al detalle) Hacer sonar un solo sonido durante 10 segundos nos obliga a estar moviendo el aire, a una velocidad de 400 ciclos por segundo sin frenar una décima. Lo mismo ocurre si usamos una herramienta, o un instrumento para lograrlo, sea pulsando una cuerda o soplando un tubo. Ver mover una cuerda es lo más cercano a ver el sonido, pero no llegamos a apreciar cada uno de los movimientos, dado lo veloces que son. Y toda esta descripción es solamente para describir un solo sonido. Uno solo. Y la Música se dedica a administrar distintos sonidos de manera simultánea, al menos la mayoría de las veces, es decir, esa delicada tarea de trabajar con movimientos veloces y constantes se multiplica con la combinación de los mismos. Volviendo a un movimiento más visible, más terrenal, más adaptado a nuestras condiciones, la Música también nos da una muestra gratis de lo que ella es en sonido, en regularidad y en construcción de movimientos más grandes: el ritmo. En próxima nota observaremos en nosotros mismos cuánta Música vamos produciendo en el simple hecho de caminar. Preparen las zapatillas. Ampliaremos. Gustavo Joaquín Hernández    
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