viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº1565

Deportes | 9 mar 2022

Alma de docente y corazón de periodista


Cuando tuve oportunidad de conocerlo personalmente, era todavía un infante mientras que él andaba cerca de pisar los 70 años de edad. Mucho había escuchado sobre su persona y su labor, pero lo más elogiado era su sentido de pertenencia a nuestra comunidad. Un hombre que ha permanecido en el recuerdo y merece un elevado lugar en la escala de quienes más contribuyeron a la difusión del deporte y a su enseñanza. CÁLIZ Severo Cáliz, dado que de él trata, había nacido en nuestra ciudad, el 6 de septiembre de 1906 y aquí vivió con el orgullo de sentirse pehuajense. Fue un vecino con notoria alma docente y con una enorme vocación periodística, que se sintió atraído por el deporte y por la permanente preocupación de estimular a la juventud lugareña hacia la práctica de las diferentes disciplinas. “Mens sana in corpore sano” fue mucho más que una frase; fue el Norte de su enseñanza. EL BOXEO Profesó una notable admiración por las diferentes figuras del deporte pehuajense en todas sus expresiones, pero su preferido fue el boxeo, actividad que practicó como aficionado y que luego desarrolló duramente muchos años como maestro. En su etapa como boxeador, formó parte de la época que se inició con el regreso a nuestro medio del por entonces ya reconocido Federico Brescendorf, quien, aunque nacido en Avellaneda en 1908, se había radicado en Pehuajó con apenas 11 años de edad, por lo que bien se puede afirmar que se formó como pugilista en nuestra ciudad. Brescendorf, quien desarrolló en nuestro medio una breve pero interesante carrera durante la segunda mitad de la década del ’20, fue conocido en la Capital Federal y lo buscaron para actuar como ayudante de entrenamiento o sparring del gran Justo Suárez, el inolvidable “Torito de Mataderos” que convocaba multitudes en cada una de sus peleas. Por eso la experiencia que trajo Brescendorf a Pehuajó fue determinante para un inmediato resurgimiento del boxeo a nivel local y en esa atapa Severo Cáliz se calzó los guantes. PUGILISTA En ese tiempo se realizaron reuniones en el local de la Sociedad Francesa, donde Cáliz combatió ante José Campos; Juan Rivas; Alberto Ríos y Pedro Gallegos. También enfrentó frente a Tomás González en el Teatro Dante en 1931 y a pesar de la técnica mostrada ante su agresivo rival, el fallo favoreció a González. ENTRENADOR Antes de cumplir sus 30 años, Severo se había decidido a dedicar su vida a la enseñanza de los rudimentos del boxeo, buscando nutrir permanentemente el gimnasio con nuevos valores, en especial por la importancia que tiene el deporte en la vida de una sociedad. Por tal motivo, en 1938 fue parte del equipo de pehuajenses que participó del campeonato provincial en el que, una decena de boxeadores locales, debió sortear las instancias eliminatorias locales, zonales y regionales, realizadas en Pehuajó y 9 de Julio, para acceder a las semifinales disputadas en Mar del Plata y Bahía Blanca, con el sueño de llegar a la final en la ciudad de La Plata. Solo dos, de aquella decena de pehuajenses que inició el camino, alcanzaron la semifinal de novicios en sus respectivas categorías. Fueron Francisco Borrajo y Edmundo Ramírez quienes siempre estuvieron, como sus otros coterráneos, protegidos por un entonces muy joven Severo Cáliz, quien los acompañó hasta el final de la aventura, donde llegó a trabajar junto a don Alfredo Porzio, recordado técnico del boxeo a nivel nacional, lo que enriqueció los conocimientos del joven entrenador. MAESTRO Siempre continuó luchando por difundir el pugilismo y formó parte de las esporádicas etapas que tuvo esa disciplina durante gran parte del siglo XX en nuestra ciudad. Su labor fue silenciosa y desinteresada. Trabajó mucho en el gimnasio y sufrió demasiado desde el rincón. Siempre buscando el mejor plan de pelea para sus dirigidos. Siempre dispuesto a colaborar y aún cuando en cierto tiempo se alejó del ring, no dudó en regresar cuando se lo pidieron, como es el caso del “Negro” Castellanos, a quién Cáliz prácticamente “adoptó” como un hijo más y por el que retornó a la enseñanza en 1952. PUPILOS Innumerables boxeadores trabajaron a sus órdenes, muchos de ellos destacados como Rafael “Cacharro” González y Luis Figueroa, e incluso supo secundar al inolvidable Justo García, pero indudablemente su pupilo predilecto fue Oscar “Pibe” Franllía, de quien habló maravillas en cuanta ocasión le fue posible, quedando muy cerca en su escala afectiva y pugilística, los contemporáneos de éste, es decir Víctor y Francisco Borrajo y Edmundo Ramírez. HISTORIADOR Sus conocimientos y dedicación lo convirtieron en una pieza fundamental para el engranaje que movió varias épocas de nuestro boxeo, especialmente la surgida a partir de 1963 donde volcó sus enseñanzas a los muchos jóvenes que se inclinaron por el pugilismo, haciéndolo primeramente en el Club Deportivo Argentino y luego participando en la tercera fundación del mítico “Boxing Club Pehuajó”. Los años ’70, con la llegada del profesional Armando Marchissio y el retorno del también profesional Omar Olivito, ambos dedicados a la instrucción y entrenamiento de boxeadores, marcó su alejamiento de la docencia pugilística, pero para entonces ya había demostrado tener la visión necesaria como para dejar plasmado en una testimonio escrito, una síntesis de lo ocurrido en el pugilismo lugareño hasta fines de los años ’60, en su obra: “Reseña Histórica del Boxeo Pehuajense”, editada por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Pehuajó en 1970. Allí el autor ofrece una recopilación de datos, evocando las figuras más reconocidas con mención de las principales peleas, y aunque carece de precisión de fechas y en muchos casos la fuente fue la palabra del boxeador, el trabajo ha resultado valioso en cuanto a consulta y ayuda para poder reconstruir esa parte de la historia. COLUMNISTA En los años ’70, Severo tuvo a su cargo una columna semanal en NOTICIAS, titulada: “Figuras deportivas de Ayer y Hoy”, donde publicaba reseñas de grandes cultores del deporte pehuajense en diferentes disciplinas como: automovilismo, fútbol, atletismo, boxeo, ciclismo, básquet y motociclismo, entre otras. Una columna muy bien nutrida de datos y de elevado contenido en opiniones, dejando una clara demostración que su calidad de observador no estaba solo centrada en el pugilismo como muchos creían, algo que pareció instalarse luego de la publicación de aquella reseña histórica del boxeo lugareño. HOMENAJE En diciembre de 1977, Severo Cáliz recibió un merecido homenaje tributado por sus ex – pupilos, el cual se celebró en las instalaciones del Club Social Pehuajó, con la presencia de muchos de ellos, quienes le hicieron entrega al homenajeado de una plaqueta recordatoria y un pergamino firmado por quienes asistieron a tan emotivo acto. Para quienes lo acompañaron, Severo era un entrenador, un maestro, un amigo, un padre o simplemente “el Sapo”, apodo por el que se lo conoció en el ambiente pugilístico y otros ámbitos. EL TANGO A principio de los ’80, dejó plasmada otra obra de gran interés, titulada: “Rememoración Tanguera Pehuajense”. En ese destacado trabajo, donde volcó sus sublimes sentimientos hacia la música ciudadana, dejó al descubierto su alma de poeta con emotivos versos dedicados a quienes, desde su querido Pehuajó, se sumaron al movimiento tanguero haciendo diferentes aportes al mismo y engrandeciendo el acervo cultural vernáculo. La obra fue editada en 1981 por la Agrupación Amigos del Tango y la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Pehuajó, con la firma de Severo Cáliz, quien contribuyó así a alimentar esa creencia de que el tango y el boxeo son dos pasiones populares que han llegado a cautivar por igual a muchísimos argentinos.

SU ADIÓS

Severo Cáliz, falleció en nuestra ciudad, el 11 de diciembre de 1983, a los 77 años de edad, pero en su paso por la tierra, especialmente por nuestra tierra, dejó una impronta que no se borrará de la memoria colectiva. Roberto F. Rodríguez.
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