Sociedad | 3 ene 2022
SOMOS MÚSICA 4: En busca de lo esencial en la música
Lo esencial es invisible a los ojos.
Hermosa frase del Principito.
En realidad no es del Principito sino del zorro quien hace reflexionar al Principito con ella.
Aunque si tenemos que reconocer la autoría de la frase, el mérito le corresponde al escritor: a Saint-Exupéry. O bien podemos pensar que quizás el autor escuchó algo parecido, o por qué no la frase textual, y la adoptó como propia. O quizás fue dicha por algún maestro espiritual o filósofo del momento.
Cortázar comentaba en un reportaje, ante la pregunta de sobre cómo era que se le ocurrían las cosas que escribía, que simplemente él escribía y las palabras le salían solas como si alguien se las dictara.
¿Y si así le hubiera pasado a Saint-Exupéry? ¿Quién es el autor de esta frase?
¿Quién puede saberlo?
Si esta frase fuera publicada en el perfil de algún usuario de alguna red social seguramente suscitaría los siguientes comentarios: “Qué buena frase”, “Qué genio Saint-Exupéry”, y a partir de ahí continuando con “lo que se ve” de la frase y no con su esencia: “Qué bien, Felipe. Qué buena frase” “Felipe, siempre con la posta, vos”, “Felipe, sos un genio” cambiando de esencia abruptamente y pasando, esencialmente, a alimentar el ego de Felipe, a lo sumo participando al ego de Saint-Exupéry a la fiesta de la adulación alejándonos cada vez más de lo esencial de la publicación: transmitir la esencia de la frase.
Podemos hablar de otras cosas esenciales, distraídas de la principal pero no por eso menos esenciales en sí mismas. Por ejemplo: lo esencial de las citas de Felipe es transmitir buenos mensajes, Felipe siempre me hace pensar, leer lo que pone Felipe me hace bien, lo que nos puede llevar a pensar en confiar en Felipe como buen transmisor de citas. Lo esencial de Felipe, entonces, es ser una buena herramienta transmisora de buenos mensajes. Al igual que Saint-Exupéry, un poco más cercano él a esa esencia pues lo suponemos creador de la frase. Frase que a su vez utiliza como herramientas la palabra y al propio escritor para ser “vista”, al menos por los ojos, para que luego el corazón haga lo suyo.
Y ahí apunta el tema, o lo esencial de lo que quiero expresar. Cómo los ojos nos engañan viendo primero lo no esencial de la cosa: la frase escrita y su esencia diluida inmediatamente en vanagloriar al escritor y luego, o antes, a Felipe.
Y cómo nos podemos distraer haciéndole monumentos y calles al escritor, aplaudiendo a Felipe en cada intervención en la red social, y olvidándonos que lo más importante era la esencia de esa frase que a esta altura no solo olvidamos sino que nunca supimos que, además, está tergiversada por los usos y costumbres ya que lo verdaderamente importante hasta quedó amputado de la frase misma: el zorro dice esta frase como un secreto que quiere dejarle al Principito antes de irse: -No se ve bien sino con el corazón –empieza en realidad- y luego agrega lo que quedó como más famoso: -Lo esencial es invisible a los ojos.
¿Y si leemos nuevamente la frase y nos gusta, nos hace pensar y la comprendemos porque nos resuena, nos estimula, nos llena, le vemos, en definitiva, su esencia? Y seguramente ya con el corazón y no con los ojos…
Y quizás podamos empezar a aplicar lo esencial de esa frase en distintos aspectos de nuestras vidas o situaciones que atravesemos a lo largo del día. Ir “viendo” lo esencial, con el corazón, y no engañarnos que lo que estamos viendo con los ojos lo sea.
¿No sería incluso hasta poco o nada importante el hecho de aclarar de quién es la frase?
Por supuesto, luego de leerla y verla con el corazón, un merecido agradecimiento al autor y a quien nos la haya hecho conocer; ambos herramientas de lo realmente esencial: aquello que nos hizo mirar con el corazón.
Pensemos que pude escribir más de un párrafo acerca de lo que la frase sucinta sin detenerme a pensar en su esencia lo cual nos puede llevar a pensar cuántas cosas podemos ver, con los ojos, sin ver lo esencial con el corazón.
Y algo muy parecido ocurre con la música y su verdadera esencia y para entenderla, quizás, debiéramos entender primero cuántas cosas que no son su esencia nos distraen porque son visiblemente más atractivas a los ojos y los oídos y no nos dejan ver lo que solo el corazón puede ver.
Gustavo Joaquín Hernández.