miércoles 23 de octubre de 2024 - Edición Nº1745

Provinciales | 24 jun 2024

La Nación se hizo eco del caso de la mona Carayá de Trenque Lauquen

El tráfico de fauna existe desde siempre; todavía hoy, al recorrer nuestro país, la visión de primates atados a cuerdas resulta frecuente; los animales quedan improntados, lo que muchas veces imposibilita reinsertarlos en su hábitat


“Soy Mony y quisiera contarles cómo terminé en cadena perpetua”, dice Laura Sánchez en un video que difundió en las redes sociales, poniéndole voz a la mona carayá de 16 años que vivía con ella en el complejo de cabañas Los Espejos, en Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires, hasta que fue incautada el 7 de marzo de 2023. Allí permanecía amarrada a un cinturón enganchado en la parte posterior de su cuerpo y una cadena atada, a la vez, a un largo alambre, sistema que le permitía caminar y trepar a los árboles.

“Un día, mientras dormíamos la siesta, llegaron muchos señores que me agarraron, me metieron en una jaula muy chiquita y me subieron a un auto. Viajamos muchas horas. Cuando llegamos, me pusieron en una jaula un poquito más grande que en la que viajé, con dos animalitos que nunca había visto, pero que después me di cuenta de que eran muy parecidos a mí. Desde entonces, mi vida cambió por completo. El lugar era arbolado, pero cerca mío nunca vi un árbol”, continúa Laura, interpretando a Mony en el video.

Como en este caso, en los últimos años nos hemos acostumbrado a presenciar, ya sea a través de redes sociales o medios de comunicación, historias de animales que se ven involucrados en allanamientos, denuncias, gritos, peleas y amenazas entre partes enfrentadas. En el centro de esos conflictos quedan el destino y la vida de un ser, casi siempre desesperado. Muchos de ellos son primates, especie que debido a nuestra cercanía o parecido y pocas e ineficientes leyes, se presta con frecuencia –de mínima– a confusión.

Sus “propietarios” –si es que existen– o protectores de animales dan a conocer el problema a través de las redes a sus seguidores, quienes siguen con atención y pasión cada una de las publicaciones, tomando partido, de un lado u otro. Los animales, imposibilitados de comunicarse en nuestra lengua, resultan siempre los más perjudicados.

Pero existen algunas herramientas a disposición para comprender y evaluar cuál será el mejor destino para ese animal que un día, probablemente de pequeño, fue robado de su lugar de origen –de donde nunca debió haber salido– y que vivió gran parte de su vida en buenas o malas condiciones rodeado de seres humanos.

Mony permanecía amarrada a un cinturón enganchado en la parte posterior de su cuerpo y una cadena atada, a la vez, a un largo alambre, sistema que le permitía caminar y trepar a los árbolesGentileza
Laiza, Simón, Coco, Panchita, Moni, son solo algunos de los primates que en los últimos tiempos quedaron envueltos en polémicas prácticamente públicas.

Arrancados de su hábitat e improntados

El inicio de la mayoría de estas historias remite al interior del país, casi siempre en una provincia cuya geografía es la adecuada para la vida silvestre de especie en cuestión, con sus determinadas características. Misiones, Santiago del Estero, Formosa o Chaco, por dar algunos ejemplos, si de primates se trata.

Sacarlos de su lugar de origen, sea el animal que fuera, trae aparejadas infinitas y nefastas consecuencias, hoy a la vista en el mundo entero.

El tráfico de fauna existe desde que el mundo es mundo. Todavía hoy, al recorrer el interior de nuestro país, la visión de monos atados a cuerdas –más o menos cortas– jugando con niños, trepados a los techos, en jaulas o en venta por algo más que chirolas a la vera de las rutas, resulta frecuente.

 

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